San Clemente 2009 - Acto de entrega de Honores y Distinciones

Santa Quiteria, 20/11/09

Queridos conciudadanos, miembros de la Corporación Municipal, representantes de instituciones y colectivos sociales y vecinales, buenas tardes y bienvenidos a este solemne acto en el que el Municipio hace entrega de títulos, honores y distinciones a personas y colectivos que han destacado en su actuación en favor de Lorca y sus habitantes.

Hay en la vida de una ciudad determinadas fechas que son hitos en el devenir de cada año, acontecimientos y celebraciones que marcan su forma de ser y la de sus vecinos.

Hoy estamos inmersos en una de esas fechas clave en el calendario anual de nuestra querida Lorca, la fiesta del Patrón San Clemente, una celebración cargada de mito y de leyenda, forjada en una época trascendental en nuestra historia y en nuestra cultura, la de la conquista de Lorca por el Reino de Castilla.

Y es tradición lorquina en estas fechas extraer el mito de los polvorientos pergaminos de los libros antiguos, y recrear la legendaria gesta de la toma del castillo.

Cuenta la leyenda que el Infante Don Alfonso, aquel que la Historia bautizaría como Rey Sabio, llegó hasta las tierras de la Lurqa islámica en el otoño de 1.244 con la única intención de tomar la fortaleza árabe por mandato de su padre, Fernando III, y unir la ciudad fundada por Elio y por Crota a la Corona de Castilla.

La misma leyenda nos dibuja al Infante en la víspera de la batalla, acampadas sus huestes en las tierras ocupadas hoy por el Convento, rogándole a la Virgen de las Huertas su intercesión para poder alcanzar tan arriesgada conquista. El Infante, revestido de su hermosa juventud, sabe que la anexión de la fortaleza lorquina es imprescindible para el Reino de Castilla si desea seguir acorralando a las huestes andalusíes. Sabe también que la misión no será fácil, pero confía en el valor de su tropa y en el amparo de la Virgen para ascender hasta la fortaleza y vencer al enemigo.

Podemos imaginar al Infante en la noche del 22 de noviembre, en la Tienda Real, implorando a la Virgen y, a la vez, planificando la estrategia militar, dictando a sus caballeros el plan de combate. Mientras el corazón le bombea el pecho con fiereza, Alfonso tiene su ambición puesta en el cielo, en el cielo donde flota, calmada e inexpugnable, la Alcazaba lorquina.

Con prudencia y con exactitud, con moderación y sabiduría, nos pinta el Padre Morote la estrategia cristiana. Envueltos en el manto de la noche y sin ruido de timbales, divide Alfonso en tres falanges a su ejército de cara al ataque. El Capitán Morviedro dirige la que acosará la entrada por Poniente al Castillo, Sancho Mazuelo la de Levante, y el propio Alfonso comanda la del centro, encargada de ascender por la parte más difícil y acceder a la Fortaleza por la puerta mejor defendida.

La Virgen de las Huertas atiende las súplicas del Infante, y envía una densa niebla que acompaña el ascenso al castillo de las huestes cristianas, impidiendo que los imaginarias y vigías puedan alertar de la ofensiva enemiga.

Amparados por la niebla, los soldados castellanos se sitúan en sus puestos. Alfonso manda a los soldados capitaneados por Morviedro que hagan ruido por Poniente, y los rivales muerden el anzuelo, desplazándose hasta ese enclave para defenderlo. Mientras tanto, por la Velica, los castellanos destrozan la llamada Puerta Nueva y penetran en el recinto. Los árabes, al creer que desde Poniente la única amenaza era el ruido, caen en la trampa y atraviesan con velocidad la fortaleza para dirigirse al punto contrario, por donde los cristianos ya se han abierto paso.

Alfonso manda a su batallón escalar las altas murallas y derribar la Puerta del Pescado, mientras ordena a los atacantes del Poniente adentrarse en el recinto. Cuando el enemigo todavía intenta contener la acometida por el Levante, ya los cristianos los rodean por la espalda.

“El Infante obró maravillas con el poder de su brazo”, nos relata el Padre Morote, “siendo el primero que con su espada y rodela entró en la plaza”.

Finalmente se dan por vencidos los bravos combatientes africanos. El Alcayde del Castillo baja hasta la puerta principal, se postra ante los pies del Infante y le entrega las llaves de la Fortaleza.

En las almenas, en las torres, en las murallas, las banderas de Castilla, de León y el estandarte con la Cruz se despliegan en la mañana del 23 de noviembre, saludando al Valle del Guadalentín, anunciado que el bastión inexpugnable de Lurqa ha sido tomado, que es castellana y es Lorca, que las tropas de Alfonso han vencido.

El Infante levanta la mirada y da gracias a la Virgen de las Huertas. Es 23 de noviembre, el mismo día en el que naciera veinte años antes. Y él, con los pies en el suelo, la ambición en el cielo, y el corazón latiendo, acaba de tomar Lorca.

Sabemos, que esta historia es leyenda. No hubo lucha, ni milagro. No hubo estrategia, ni batalla. Ni siquiera fue en noviembre. Sin embargo, en cada San Clemente, los lorquinos volvemos a recordar las leyendas legadas por nuestros antepasados, y recordamos con ternura el que quizá sea el episodio de nuestra Historia que más ha calado en el imaginario colectivo.

Sin embargo creo que hay un motivo que, a lo largo de los siglos, ha sido fundamental para que las leyendas sobre la conquista del Castillo impregnaran nuestros recuerdos y calaran con profundidad en la imaginación de los que aquí vivimos. Estas fábulas han presentado a cada lorquino que les ha prestado sus oídos una aventura de valentía y sagacidad, de magia y piedad, de esfuerzo y sacrificio, un semblante con el que los lorquinos nos sentimos identificados.

Los lorquinos somos valientes, siempre lo somos, y también sagaces para conquistar cualquier hazaña. Los lorquinos manifestamos unas creencias profundas, que toman el aire de la ciudad en cada nueva Semana Santa.

Los lorquinos nos esforzamos cada día, en cada hora, salimos a la calle sin saber lo que es el cansancio, motivados por los objetivos que nos planteamos en cada momento. Y los lorquinos, que nos os quepa ninguna duda, somos tenaces, porque nada nos ha detenido a lo largo de la Historia milenaria de esta ciudad que nos honra acogiéndonos, y a la que honramos viviendo en ella y amándola. Nada nos ha detenido, ni las dificultades de ser tierra fronteriza durante siglos, ni los desastres naturales, ni las plagas; ni los problemas económicos, ni las guerras, aunque fueran entre hermanos. Una y otra vez, frente a la adversidad, nos hemos conjurado todos los lorquinos, hermanos de sangres distintas, uniéndonos para que el miedo fuera menos miedo, y para que la victoria fuera segura.

Como Alfonso X antes de la batalla, hemos tenido los pies en la tierra, la ambición en el cielo y el corazón latiendo con vigor en el pecho, demostrando que estamos vivos, demostrando que nada se nos puede resistir.

Y hoy, nosotros, herederos de una Historia que nos corresponde por habitar estas calles, hijos de nuestros padres y de nuestros abuelos que nos legaron lo que Lorca es, seguimos teniendo un corazón que no para de latir, una ambición puesta en el cielo y unos pies sobre la tierra.

Pero, es verdad, no hubo lucha ni batalla, ni carneros con teas encendidas, ni derramamiento de sangre. Hubo negociación y pacto. Fue, en realidad una victoria más fructífera y gloriosa, la victoria del diálogo por encima de la sangre, la de la negociación y el acuerdo, que permitió la convivencia, durante siglos y hasta nuestros días, de gentes diversas, con culturas y religiones diversas, y que comenzó a forjar una sociedad, la lorquina, asentada en los valores de la tolerancia y el trabajo en común.

Con esas virtudes, con esos valores que nos hacen mejores, encaramos el futuro con la certeza de que estamos preparados para todo lo que pueda depararnos, sabiendo que de cualquier batalla que se nos ponga por delante obtendremos una victoria y que Lorca se verá siempre fortalecida por el ímpetu de sus ciudadanos. Con unión, con confianza en el futuro, nada nos podrá ser inalcanzable.

Por eso en esta fiesta de nuestra ciudad, en este Día de Lorca que todos celebramos con el regocijo de habitar estas calles, quiero haceros una petición a todos los lorquinos.

Es una petición que os hago como Alcalde y como vecino orgulloso de serlo. Es una petición que parte desde la Historia de nuestra ciudad y que nos debe conducir hacia el futuro que todos esperamos. Quiero pediros en esta noche, amigos y amigas, que todos los lorquinos nos conjuremos, que seamos uno, para que podamos legar a nuestros hijos una ciudad aún mejor que la que heredamos de nuestros padres. Entre todos podremos conseguir todo lo que nos propongamos, sin temor a nada, sin miedo ninguno. Con los pies en la tierra, que es decir el presente; con la ambición en el cielo, que es decir el futuro; con el corazón latiendo, que es decir que seguimos vivos, que Lorca sigue viva.

Tenemos que construir el futuro desde el presente, pensando en lo que nuestro municipio necesita y haciendo lo imposible por dárselo.

Sabiendo que el bien colectivo es lo primordial y que nuestra ciudad merece ser aún mejor, tiene que ser todavía mejor, que necesita unas infraestructuras que yo, como Alcalde, voy a exigir, y que vosotros, como ciudadanos, tenéis también que exigir.

Lorca necesita un Auditorio y Centro de Congresos, y lo vamos a tener. Lorca necesita un Campus Universitario, y lo vamos a tener, lo está teniendo. Lorca necesita ser una ciudad industrial, y vamos a serlo, lo está siendo buscando las inversiones allá donde haga falta. Lorca necesita una mayor accesibilidad, tanto alrededor de la ciudad como en el centro, y las Rondas y las mejoras en las calles lo van a hacer posible. Sé que hoy estos arreglos están causando problemas a los ciudadanos, y por ello pido perdón y comprensión.

Pero también es cierto que nuestra ciudad merece unas calles perfectamente acondicionadas, con una accesibilidad total para todo el mundo, que no afeen la monumentalidad de la ciudad, sino que contribuyan a mejorar la contemplación de nuestro casco histórico. Un proyecto que hoy creamos, pero que es una inversión de futuro.

Con ese espíritu tenemos que afrontar el día a día, mirando desde hoy hacia el futuro, y siendo plenamente conscientes de que nuestra ciudad nos necesita a todos y que todos somos insustituibles para nuestra ciudad. Porque la gestión corresponde a todos y porque hoy los lorquinos contamos con un Ayuntamiento con las puertas abiertas para todos sus ciudadanos, que siempre demostráis que os importa esta ciudad y que queréis colaborar de una manera activa con ella y con su progreso.

Por eso, hoy el Ayuntamiento hace posible una velada como esta, en la que reconocemos a personas y colectivos fundamentales para nuestra ciudad, que han demostrado su implicación con Lorca y con sus vecinos. Las personas que nos han acompañado sobre las tablas del Teatro Guerra no recogen una distinción o un premio. Lo que hoy recogen es el agradecimiento colectivo de una ciudad que está en deuda con ellos, una ciudad que con estos nombramientos intenta devolverles una parte de todo lo que de ellos ha recibido. Porque son ejemplo para todos, y porque sin personas como estas, nuestro municipio sería muy diferente.

Es difícil poder hablar de los hoy galardonados, añadir algo nuevo a lo mucho que se ha dicho sobre ellos, y a lo mucho que ya sabemos. Sin embargo, sí me gustaría destacar de cada uno de los premiados algunos valores de los que todos tenemos que aprender, para poder ser mejores y más valiosos para el bien colectivo.

- Y es que tenemos que poner en todo lo que hagamos el mismo esfuerzo y la misma ilusión que Juan Valverde ha puesto siempre en el deporte local;

- la misma paciencia y sabiduría que las manos de la bordadora han depositado en cada puntada;

- la misma valentía y el mismo sacrificio con los que los agentes del Cuerpo Nacional de Policía salen cada jornada a la calle a velar por nuestra seguridad;

- el mismo altruismo y trabajo por los otros que la Hospitalidad de la Virgen de Lourdes ha derrochado durante casi cuarenta años;

- la misma dedicación y solidaridad que José Resines Tolosana demostró por cada paciente;

- la misma concesión de importancia a la tradición que demuestran los Rezaores del Vía Crucis;

- el mismo impulso que los jóvenes del Consejo de la Juventud aportan a cada proyecto, a cada deseo;

- el mismo talento y el mismo afán de superación que Rafael Rosell Cebrián volcó en cada clase y en cada alumno.

- Y, por supuesto, en todo aquello que emprendamos tenemos que sumar, al igual que Francisco Cayuela y Emilio Felices, nuestro ingenio, nuestra capacidad artística, nuestro deseo de crear obras maestras admiradas con las que podamos seguir sorprendiendo.

En esencia, tenemos que tomar el ejemplo de los lorquinos más ilustres y crecer para, quizá algún día, poder andar con la cabeza bien alta, con el orgullo de saber que somos valiosos para nuestros vecinos, para nuestra ciudad y para nuestro mundo, que formamos parte de una sociedad que necesitamos y que nos necesita. Porque solos nunca podremos avanzar.

Galardonados, amigas y amigos, el mundo en el que vivimos os necesita hoy más que nunca. Y yo, os vuelvo a pedir que no le demos la espalda, porque luchando juntos, cualquier objetivo que tengamos que alcanzar estará, siempre, más cerca.

Como Alfonso X, como nuestros antepasados, sigamos teniendo los pies sobre el suelo. Sigamos poniendo nuestra ambición en el cielo. Y, sobre todo, sigamos permitiendo a nuestro corazón que nos invada de vida. Porque somos de Lorca y nada nos puede detener.

Muchas gracias a todos, y enhorabuena a los galardonados.

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